6.9.09

El Sol, la Luna y las estrellas

El mundo no era como se conoce...
No existían las fronteras ni los límites.
No había día, ni siquiera noche.
Los planetas compartían el mismo terreno y el sol y la luna eran mejores amigos desde que cada uno se creó.
Solían salir a caminar los dos juntos por el horizonte y a veces se iban hasta las nubes a contarse historias.
Los días no existían y las estrellas eran como piedras desparramadas por la tierra.
Todo marchaba de maravilla. No existían los problemas ni los rencores en ese viejo mundo...
Un día, no se sabe cuál, el sol decidió salir a caminar solo. En el camino se encontró con las estrellas.
El sol decidió recogerlas para luego pensar qué haría con ellas.
La luna, sorprendida, fue a buscar al sol para hablar con él, pero no lo encontró por ninguna parte.
Triste y decepcionada por que su amigo la haya dejado sola, la luna subió hasta las nubes y comenzó a llorar. Los planetas comenzaron a mojarse y el suelo también.
Crecieron flores y árboles, pero los planetas se habían enfurecido mucho con ella.
En cuanto la luna giró su cabeza, vio que el sol estaba con las estrellas charlando y riéndose, mientras ella derramaba sus lágrimas.
La luna bajó muy decepcionada. El sol, al notar que estaba lloviendo, también bajó y dejó a las estrellas enzima de una nube.
Entonces la luna decidió marcharse, a un lugar muy lejos de donde estaban, a un lugar a donde nadie podría alcanzarla. Subió muy, muy alto, y en el camino, se llevó con ella a las estrellas. Pero cuando la luna encontró un lugar para quedarse, decidió ponerle un color oscuro, decidió pintar su lugar de color negro, así, ya nadie la vería llorar. Pero ella solo aparecería en un solo momento del día y a un horario determinado.
Los planetas, como odiaban mojarse, decidieron también irse lejos, así el llanto de la luna no los molestaría.
Entonces el Sol se quedó solo. Decidió ir a buscar a su amiga, pero no logró encontrarla, la altura era demasiada y el sol no podía resistirla. Entonces decidió quedarse un poco más abajo de lo que él pudo resistir, para así, si algún día la luna bajaba en busca de él, podrían hablar y quedarse juntos de nuevo para siempre.
El sol esperó y esperó pero no había ningún rastro de su amiga, en un momento el cielo comenzó a ponerse negro, hasta el mismo cielo del sol, y empezó a llover. El sol trató, con todas sus fuerzas, encontrar a la luna, y no falló esta vez. Allí estaba. El sol se acercó a ella y la abrazó tan fuerte como pudo… Charlaron toda la noche y arreglaron sus problemas pero no era posible que vuelvan a estar juntos, porque ahora, cada uno tenía una obligación por cumplir. El sol debía iluminar a los planetas con su luz y regalarles un día, todos los días; y la luna, debía dar la noche y la lluvia.
Por eso los eclipses no se ven tan seguido.

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