28.7.17

Así

Y nunca nada me gustó más que abrir la puerta de tu perversión
Imaginarte todo, idealizarte y que seas real
Que me imagines recorriendo el mapa de tu piel
Hacerlo real

Y nunca nada me gustó más que pensarte lejano y que estés tan cerca
Sentirte inalcanzable y tenerte entre mis brazos, en mi cama
Verte de lejos y pensar "qué ganas de chaparmelo"
Y chaparte, furiosamente.

Y nunca nada, y nunca nadie
Siempre vos
Siempre tuya

Y nunca nada, y siempre todo.

12.4.17

Cuando pensé que ya no me importaba saber por qué me dejaste, 
volví a soñar con vos... 
Y te preguntaba, otra vez... 
¿Por qué? 

7.4.17

Inletras - Escritura experimental, 3° encuentro

Se acerca el final...

Hoy nos volvemos a encontrar en el Alfil Rosso. Ya ni sé qué me puede llegar a estar esperando allí dentro.  Información, guita, coimas, mentiras, política, juego, alcohol y tabaco. Esta semana todas esas palabras me resonaron en la cabeza. Lucía Rosso me ofreció guita, a cambio de que yo esté de su lado. Estar de su lado implica ponerme en contra de la gallega y de Cambalache; ¿qué más da? Total Doña Clara no volvió a llamar. Al cura le voy  a decir que del chofer no conseguí nada, él no va a hablar y el Padre Juan tampoco es de mi incumbencia, digo, ya nada me estaría importando mucho. Lo que quedó merodeando en mi cabeza es aquella secuencia en Cambalache, ¿qué habrá pasado con aquella copera?, que de los pelos se la llevaron unos tipos… Como dije, esta ciudad ya no promete nada.

Increíblemente apareció el chofer en la puerta de mi casa. Esto se va a poner peor de lo que pensaba. ¡Los Rosso van a salir a matar, viejo! El chofer me da pena, apenas agarre la guita de Doña Lucía me voy a encargar de ponerle al mejor de mis hombres para su protección. Pobre tipo. Le ofrecí que se fuera conmigo, a Suiza o Hawái, pero es un cagón, tiene miedo de que nos sigan. Yo me voy a ir, él que haga lo que quiera. La protección la tiene garantizada, claro, siempre y cuando salga vivo esta noche del Alfil Rosso. Me volví a casa para agarrar mi calibre 22. En la tobillera cargo también un arma de bolsillo, pequeña pero bastante letal. Esta noche va a estar picante. Juan Domingo Hopólito me dijo que Lucía planea darle de baja a Diego, su secretario. Que quede claro que yo no voy a ir de héroe. La gallega no apareció, Cambalache ya está prendido fuego. Yo ya no me la juego más. Esta noche me vendo al mejor postor.

Apenas llegué al Alfil me recibió, muy amablemente, debo decir, Doña Lucía. Al parecer ella está 100% convencida de que soy yo quien maneja el instituto para niños (al cual solo le puse una firma) y que a mis hijos les quiero dar un futuro mejor. Lamentablemente se enteró del percance que el instituto tuvo con el Padre Juan y uno de los niños (obviamente facilitado por mí) Pero ella asegura dejar eso atrás y darme toda la plata que quiera, siempre y cuando, les tenga lealtad, a la familia y a su misteriosa y paranoica secta. Sí, pertenecen a los masones, pero aún más turbio y oscuro. Yo le dije que sí a todo, como buen caballero. El único problema es que piensa pagarme solo sí Rosso gana las elecciones. Esta noche debo asegurarme de eso. Apenas cobre, me las pico. Espero que el chofer no diga nada, porque sino voy a tener que ensuciarme las manos y empezar a descargar el cartucho. Lucía pareció creerme, pero no sé hasta qué punto puedo yo creer en ella. Supongo que hasta el mismo en el que ella confía en mí.

Salí de la horrorosa oficina de Lucía y me fui directo a la barra. Una cerveza bien fría y un shot de Otard-Dupuy para arrancar la noche. Entre el tumulto de gente y la nube gris de humaredas y alientos desesperados por ganar, vi a Diego, y las palabras del chofer comenzaron a resonar en mi cabeza. “La Doña va a matar a su secretario”. Me acerco a él, me levanta la mirada, perseguido, asustado.
- ¿Qué haces campeón? ¿Todo en orden?
- Sí, sí – contestó desconcertado – Disculpe, ¿usted es?
Diego es un tipo fachero, seductor para muchas mujeres. Pero es un completo farsante. Ya en la mirada se le dejan ver todos los negocios fraudulentos y todas las empresas que hizo quebrar. Ahora se quiso meter con los Rosso y fue una muy mala elección.
- Fijate que esta noche va a estar complicada, aunque el temblor de tus manos y tu mirada paranoica me dicen que ya lo sabés. Rajá de acá, amigo, vas a ser boleta.
Sin decir una palabra el pobre tipo salió corriendo. Para mí de esta no safa.

Escuché unos ruidos extraños que venían cerca del baño y de allí vi salir a una parejita. Casualmente, la actriz y el músico de Cambalache. Le avisé a, mi ahora patrona, Lucía (todo sea por seguir ganando su confianza) y fuimos a interrogarlos. En una habitación apartada, de paredes grises y cortinas negras, sentamos a los intrusos, quienes parecían estar muy sorprendidos y sumamente drogados. Les pregunté qué hacían ahí y por dónde se habían metido. La actriz nos inventó el cuentito de que se había llevado al músico al baño para jugar al amor. Obviamente, no les creímos. Lucía empezó a apretarlos con que si no hablaban los hacía desaparecer y el músico, que no coordinaba sus movimientos y el sudor frío se adueñaba poco a poco de su cuerpo, comenzó a balbucear. Estaba muy nervioso, le sudaban las manos. Debo admitir que Doña Rosso es aterradora. La actriz decidió contarnos lo sucedido. Un tal Mario los había hecho entrar por un túnel hacia la bóveda. Desde el edificio de al lado, este tipo tenía hecho un pasaje directo hacia toda la guita del Alfil Rosso. Los dejamos ir. No eran más que unos desdichados con ganas de meterse en donde no los invitan y seguir divirtiéndose. EL gran problema es que la parejita sólo fue la distracción. Están afanando, justo ahora, la bóveda. Lucía me pidió que me encargara del asunto. ¡La puta madre! ¿EN DONDE MIERDA ME METI?

Llamé a mis mejores hombres, otra vez, en el afán de quedar bien con los Rosso. Este tal Mario parece ser un chorro pesado, y por el plan de acción que llevó a cabo no parece ser un tipo cualquiera. Le pedí armas a Lucía, ella está bien equipada. Que empiece el juego.

Intentamos llamar la menor atención posible. Esta noche es crucial para la definición de las elecciones. Gómez, Cáseres, Ringo y yo entramos por la puerta trasera, bajamos al depósito y esperamos a la cuenta de tres para bajar de una patada la puerta de la bóveda. Este lugar parece un búnker, estoy seguro de que arriba la gente no debe ni enterarse de esto. Solo espero que Mario y sus amigos no hayan traído bombas. Oh, demonios, ¿y qué si las trajeron? MIERDA.

Cáseres y yo tiramos la puerta abajo, Ringo y Gómez corrieron hacia los dos tipos que tenían más cerca. Ellos eran 5. La caja fuerte ya tenía un agujero y un tipo encapuchado estaba guardando toda la guita en un saco. - ¡QUE NADIE SE MUEVA O LES VOLAMOS LA CABEZA! – Al instante, el encapuchado se dio vuelta y con la sutileza de una mujer, se dejó ver el rostro, bajando la bandana que tenía puesta. ¡Era el maldito socialista! - ¡DEJÁ EL ARMA EN EL SUELO! – Le gritó Ringo. Y como si no se sintiera amenazado, él sólo bajó el arma, pero antes de hacerlo, miró a sus muchachos, tirándoles un guiño de combate. Y en ese preciso momento, se fue todo al carajo.

Gómez luchaba con dos que equivalían la masa muscular de mi muchacho. Se las bancaba todas, ya le había desfigurado la cara a uno. Ringo era más menudito, pero fibroso y huesudo, una piña de él te hundiría los pómulos sin el mayor esfuerzo. Él luchaba contra el más gordo de todos, era como un toro enfurecido, pero no tan ágil, así que Gómez tenía ventaja. Cáseres ya había empezado a los tiros, no lo culpo, el ambiente estaba tenso. A mí se me tiró encima el socialista.

– Ramirez querido, tanto tiempo sin vernos. ¿Qué te trae al Alfil? No me digas que ahora estas de su lado. No, no me lo digas, ¡¡¡porque me vas a hacer enojar!!!

– Enojate tranquilo, hombre, de acá no salís vivo. Ya te dejé escapar una vez, olvídate que esta te me vayas de las manos.

- Entonces juguemos, Wally.

El socialista era un puto maníaco, y sabía cómo hacerme enojar… Lo perseguí durante años, gracias a él mi vida se fue a la mierda. Estaba a punto de atraparlo y mandarlo a cadena perpetua por homicidio, secuestro y tráfico de drogas. Lo perseguí hasta la frontera y se quedó en Chile. No volví a saber de él hasta hoy. Sabe cuál es mi punto débil. Sabe mi nombre de pila. Y eso me hizo enojar.

- ¿Qué pasa, Walter? ¿Te quedaste mudito?

Lo agarré por la espalda y lo tiré al piso. Ejerciendo todo mi peso sobre él lo acorralé y lo empecé a trompear. El socialista era inteligente, pero no sabía luchar. Mis hombres y yo estábamos ganando por goleada. Pero mi mayor temor se hizo realidad.

El socialista sacó de su bolsillo una granada. Le sacó el gancho de seguridad y la dejó rodar por el suelo. Su sonrisa macabra le adornaba el rostro desfigurado y su mirada estaba completamente perdida. Era un demente.

- Boom, Wally, boom. 

2.4.17

Inletras - Escritura experimental, 2° encuentro

Seguimos jugando, la historia continúa. 

Me llegó una carta; Rosso me citaba a mí y a la Gallega en el Alfil Rosso para discutir acerca de la situación de Cambalache, y como ya se acercan las elecciones, estimo que para intentar vendernos su voto. Increíblemente, parece que va a dar la cara. Nos debían pasar a buscar por la esquina de Avenida Rivadavia y Medrano. La Gallega no apareció. Se ve que decidió hacerle la cruz a la mafia y a los políticos. Yo me quedé esperando a que alguien apareciera. Porque el Mercury negro que debía recogerme tampoco apareció. ¡Qué manera de hacerme perder el tiempo, viejo! Me voy a tomar un café bien cargado a Las Violetas, la gran confitería de Rivadavia y Medrano. A ver si se me pasa este mal humor que ya me empieza a opacar los colores de mi camisa hawaiana.

Cuarenta minutos después, el Mercury pasó a buscarme. Con la ventanilla baja y fumándose un pucho, el chofer me dijo “dale, subí”. Casi le bajo los dientes de una piña. Tengo una calentura… Apenas subí al auto los asientos de cuero negro me gritaron mil nombres. Sudor y aroma a perfumes baratos se escondían entre los recovecos del asiento trasero. Este tipo tiene información; sabe más de lo que aparenta saber. Lo lleva y lo trae a Rosso para todos lados y mi camisa floreada no lo distrajo. Supo que soy comisario. Tiene cara de boludo, pero no lo es. Le ofrecí un trato: información a cambio de protección. Yo no tengo un mango, pero de alguna manera necesito saber qué se trae Rosso entre las mangas de su traje caro y su sonrisa de buen vecino. El chofer me dejó en el Alfil Rosso. Al parecer el jefe no está. Supongo que me recibirá su mujer. Esa mina se hace la buena y es la peor bruja de Buenos Aires. Es hora de poner las cartas sobre la mesa, y esta vez, no precisamente las de póker.

Me siento en una mesa a esperar. Un American Gold Label en la mano; en la otra, un habano a punto de ser prendido. La impaciencia se empieza a adueñar de mí. Intento calmarme. ¡¡¡VIEJO!!! Hace media hora estoy esperando a que me reciban. De fondo se escuchan conversaciones ajenas, miserias y melancolías de mejores épocas. Se escuchan afilar las cartas. El lugar está rodeado de espejos, sucios, porque guardan el recuerdo de lo que, cada ser desdichado que pasa por ahí, alguna vez fue. Paredes rojas, humo denso en el aire, vulgaridades llenando la atmósfera por donde quiera que vea. Sueños rotos y almas secuestradas en el olvido. Esto es el Alfil Rosso.

Dos whiskys menos y el cenicero lleno. Doña Lucía me hace pasar. ¡Qué oficina más horrible! Pintada de color amarillo patito, como para querer dar la impresión de buena mujer, de inspirar confianza, amante de los niños y pacífica con los adultos. Ese color sólo hace más siniestro el rostro de la señora Rosso, descubriéndole las arrugas operadas y las ojeras tapadas por el corrector. Escritorio de vidrio y libros llenos de polvo denotando la frialdad de esa oficina y de su corazón.

Estuvimos un largo rato hablando. Yo no le creo nada. Propone más plata, más plata para todos. Ella cree saber todo de mi vida, pero en verdad, no sabe ni mierda. Se cree que puede manejar a todos con solo un chasquido de dedos, pero el único sometido acá es su marido. Yo no voy a convertirme en su marioneta, pero voy a dejar que ella juegue un rato conmigo. Y yo voy a sacar provecho de eso. Voy a hacerle creer que necesito el dinero para darles un futuro mejor a mis hijos. La realidad es que yo enterré mi corazón junto con el deseo de tener una familia. Mi mujer vive en el casino, el hipódromo, en cualquier parte en donde se pueda apostar, menos en casa. Su adicción al juego y mi adicción a la soledad destruyeron todo lo que alguna vez habíamos construido. Puede que esta sea mi oportunidad de largarme, irme lejos de toda esta basura.
Quedamos en que mañana su asistente me acercaría unas cosas, archivos supongo, para ganarme su confianza. Quizás puedo llegar a un acuerdo con los Rosso sin que lleguen a tocar Cambalache, aunque ya no me importa demasiado. Doña Clara me plantó, ella solo vela por sus intereses, quizás es momento de que yo haga lo mismo.

A la salida de ese antro de mala muerte, me crucé al Padre Juan, famoso en Almagro por tenerles demasiado cariño a los niños. Demasiado. Esta noche allí dentro va a haber una reunión. Entre picas y diamantes se va a debatir el tema de las elecciones y el cura no fue invitado. Estaba fastidioso. Charlando me mencionó que el chofer sabe cosas. Coincidimos. Quedamos en conseguir algo más de información. El domingo lo veo en la parroquia. Aunque, a decir verdad, estoy cambiando mi juego.

El viaje a casa en el Mercury se pasó volando. De charla en charla con Juan Domingo Hipólito (sí, ese es el chofer, y sí, se llama así el pobre) me di cuenta de que él no me iba a servir para nada. Es cierto, yo no puedo ofrecerle más de lo que le ofrece la señora Rosso. Y yo me empiezo a hartar de este papel de detective que estoy tomando. Que se vaya todo a la mierda. Yo voy a tomar el dinero que me ofrecen y después me voy, seee, al caribe, Hawái. Lejos de la guerra, lejos de la mafia, lejos de una mujer que apostaría mi vida por dos mangos más en su bolsillo, lejos de todas mis frustraciones. Ya no me importa nada, todos esperan que sea un comisario corrupto, pues lo tendrán. Pero para cuando se enteren de que lo soy pretendo estar muy lejos de Buenos Aires. Esta ciudad ya no tiene más nada para mí.


18.3.17

Inletras - Escritura experimental, 1° encuentro

- Recibí dos fotocopias. Una era un anecdotario, "Episodio 1, Capítulo 1. El Alfil Rosso" Allí había información acerca de la "década increíble" la Buenos Aires de 1930; un par de biografías de personajes icónicos de la época y otros apartados como "cabaret", "cambalache" y "marabú".
En la segunda fotocopia había información y la designación de un personaje: el comisario. A partir de lo que iba leyendo en esta última fotocopia, iba escribiendo. Interactuando con el resto de los compañeros en la sala, fuimos creando, cada uno con nuestros personajes, el comienzo de esta historia. -

Comisario Ramirez

Había estado patrullando por toda la zona céntrica de la ciudad y alrededores. No dormía hacía varias noches; éstas se ponían densas y parecían ponerse cada vez más oscuras. Durante el día todos plantaban su mejor sonrisa. Con esto desayuné hoy: Rosso y Cantilla peleando por quién va a afanar más. Me tocaba volver a Cambalache. Cantilla lo quiere cerrar, o eso promete. Frente a esa puerta madera reivindiqué mi idea de que si ese tipo lo quiere quemar es porque jamás supo disfrutar un poco de la vida.

En la puerta de Cambalache me quedé charlando con uno de los muchachos del grupo que toca todas las noches, pero a éste no lo conocía. Un músico bastante simpático, lo contrataron para tocar todo el año, si es que Cantilla lo permite (o su derrota) Me dijo que se llamaba Gaspar, las canas en su cabello me decían que no era un aficionado, pero de todas formas guardaba esa mirada desesperada por un público grande y de aplausos ruidosos, esperanzada y llena de sueños. Pobre tipo... Si supiera que esta Buenos Aires le está complicando la existencia a los artistas. Solo va quedando lugar para los corruptos que quieren ver arder al país.

Entrar a Cambalache cuando apenas abre tiene otra mística. Se veía más oscuro de lo normal, pero esa oscuridad tenebre, que no dan ganas de quedarse. Los de limpieza aún no llegaban, así que el piso estaba todo sucio de la noche anterior. Las cortinas bordó todavía guardaban el olor a cigarro y habanos caros. Las cortinas eran de decoración, porque no encontrabas una ventana ni por casualidad, la ventilación era pésima, y esta noche Cambalache parecía haber perdido un poco de magia.

Estoy sentado en una mesa con un whisky en la mano, intentando escuchar la conversación de la gallega con una de las coperas. Andan diciendo que se viene una noche interesante, va a haber una reunión; debo estar ahí. Si me voy a encargar de mantener la seguridad de este lugar quiero saber qué está pasando.
Cambalache se volvió a llenar de magia otra vez, también de gente. El cabaret estaba de fiesta y no terminaba de entender por qué. Algo de esta noche es diferente, peculiar. Me pregunto si cenaré lo mismo que me desayuné... disputas políticas. Ojalá sólo sea un borracho molesto, porque los políticos son insufribles, aunque sólo puedo ponerles mi mejor sonrisa.

[Dos extraños bailaron tango y fue mágico. Después supe que en un sueño habían sido amantes.]

Esta noche debo estar atento a todo, llegan los sicilianos a cobrar su parte. Espero que nadie oponga resistencia, sino la cosa se va a poner fea. Estoy inquietándome un poco, siento que algo va a ocurrir. Quisiera sentarme a charlar con la dueña, Doña Clara, la gallega, oculta algo, lo sé. ¿Qué está pasando?

Se me acercó a la mesa Horacio, un político un poco ambicioso, qué raro. Me ofreció otro trago, y sin que llegara a contestarle algo ya le estaba pidiendo dos whiskys Dunville's al cantinero. Se sentó en mi mesa y sin rodeos me preguntó si me prendía a "su" movida, más de uno estaba involucrado, y acto seguido, sin notar mi desconcierto, me preguntó cuánto quería.
No tenía ni puta idea de qué me estaba hablando. Yo solo me encargo de mantener en pie las redes de protección, pagando lo que corresponde y a quienes corresponde y cobrando mi parte. Le dije que debía pensar y analizar el asunto. En verdad aguardaba la información de la gallega...

Interesante reunión. La mafia siciliana hoy vino a Cambalache acompañada de la hija de Don Chicho y la política. Una dupla un tanto extraña y extorsiva. Vinieron a apretar a la gallega. A mí me quieren ofrecer el doble y a Doña Clara, duplicar los ingresos por noche. La verdad es que no queremos que vengan a profanar Cambalache con juegos de apuestas y dinero sucio, pero corremos el riesgo de que nos hagan explotar. No nos dan mucha alternativa. La gallega se niega, dice que si quieren que pongan una bomba, pero que no va a acepar el trato. Se va a ir todo a la mierda. A mí la plata no me viene mal, pero ¿a qué costo?
Tres tipos entraron a los gritos a llevarse de los pelos a la copera amiga de la gallega. Ya está. Definitivamente se fue todo al carajo.

2.3.17

Acá

Y acá me encuentro. En la habitación iluminada por un velador de luz cálida y unas guirnalditas de luces que decoran el ambiente. Acá estoy, sentada en la cama, con calor. Esperando a la lluvia, que no se anima a unirse a mi club de desvelo, donde participa mi gato, y varios recuerdos en duelo.

¿Y al final qué hacemos con las noches de soledad? Ni siquiera sirve robar calor ajeno cuando el corazón todavía quiere amor. Amor del conocido. Amor del tierno.

El otro día escuché que no se puede empezar un duelo si todavía se siente que hay esperanzas. Pero qué difícil perder las esperanzas, qué difícil rendirse... Qué difícil es darse por vencido en el amor.

Pero aquí estoy, en el club de la desolación, comprobando día a día que se puede vivir sin vos.

9.2.17

Y la canción que ayer me hizo llorar, con la cual me quedé dormida, hoy no la puedo recordar.

6.2.17

Más amor para vivir la vida

Hacen falta huevos en el amor
Hacen falta más serenatas y menos subir fotos juntos en Instagram.
Hacen falta más "me muero de ganas de comerte a besos", sin importar si es la primera, la segunda o la última cita.
Hacen falta más llamadas de madrugada y menos mensajes de Whatsapp.
Hacen falta más "me encantas" viéndola a los ojos y menos emojis de enamorado.
Hace falta más besarse enfrente de todo el mundo sin que importe nada ni nadie.
Hacen falta más "me muero de ganas de conocerte, de enamorarme de ti", o de ser sincero y decir "tengo ganas de darme contigo" y menos "ay es que no sé que somos" o "ay estamos viendo que onda".
Hacen falta más relaciones que aunque duren poco o mucho, ambos tengan los huevos de enamorarse y de verdaderamente conocerse, entregarse, volverse locos, aunque sea un poco, ya que, qué hueva verlos de la mano y aunque lleven meses parecen dos extraños.
Hacen falta más cartas escritas a mano y menos regalos comprados.
Hace falta más desvestirse con la mirada y menos molestarse por dejarse en visto.
Hacen falta más huevos en el amor, hace falta más amor para vivir la vida.

- R. Landini
Extraño perderme en el universo de tu mirada. 

30.1.17

Curioso destino

Y ahora el destino, irónico, me pone a vivir temporalmente a cinco cuadras de tu casa. Y es curioso tenerte tan cerca y no poder correr a tu puerta, tocarte el timbre, y abrazarte.
Es curioso tomarme el 132, caminar por directorio, y hacer el mismo recorrido que haces vos para ir a trabajar. Es curioso estar tan cerca, que si grito fuerte tu nombre, probablemente lo escuches.
Es curioso esto que me sigue pasando, después de más de un año y medio. En realidad, lo más curioso es que durante años fantaseamos con que yo fuera tu vecina, con que laburara cerca de tu casa, así vos te pasabas por mi trabajo antes de que te volvieras a tu casa. Fantaseábamos con que te colaras en mi casa. Fantaseábamos, los dos. Y a vos te encantaba.
Es curioso pensar en que ya ni sé quien sos, como sos, qué haces después de trabajar, a qué hora te levantas. Cuando antes lo sabía todo de vos. Y sin embargo, te sigo pensando, y sigo fantaseando. Y eso en realidad es lo curioso... Si realmente es tan irónico el destino o solo soy yo que sigue siendo la misma.

24.1.17

Incoherente corazón

Escribiendo exorciso un poco un par de fantasmas que me dejaste al irte. No se si cambia algo, al menos sé que no lo tengo más encima mío. Adentro sí, en mi corazón lo voy a seguir sintiendo, pero en mi piel se va lavando. Con besos ajenos y abrazos prestados intento olvidar el recuerdo que tiene mi piel de tu piel. Incoherencias sin punto aparte son las que escribo y digo desde que no estás, y quisiera que supieras lo mal que me hiciste, lo rota que me dejaste. Aunque en realidad sí creo que lo sabes... Pero no te importa, y eso es muchísimo peor. Yo te amé sin comas ni comillas. Vos me clavaste el punto final en la espalda mientras dormíamos en cucharita. Y te odio por eso.

Me quiero olvidar de vos y seguir mi vida como si jamás te hubiera conocido.