28.3.15

Insignificantes.

Uf... Cuántos problemas que tenía con "lo que me pasa no le importa a nadie". Sí... Muchas veces (por no decir SIEMPRE) me siento insignificante en este mundo. En verdad, así nacemos todos, insignificantes, pero no pasa un segundo que ya lo somos todo para, por lo menos, una persona: nuestra madre. Al instante en que nacemos dejamos de ser insignificantes, carentes de importancia, para pasar a ser el mundo de una, o dos personas, mínimo. Vamos creciendo, y a medida que vamos conociendo gente, más nos damos cuenta de cuán grande es el mundo en el que nacimos, y mientras más grande el mundo, más pequeños nosotros, por lo que nos volvemos a sentir insignificantes. Después nos vamos haciendo importantes en la vida de otras personas, además de la de nuestros padres; tenemos amigos, novio, algún enamorado, y nos vamos sintiendo queridos, muy de a poco. ¿Por qué muy de a poco? porque nos cuesta aceptar el amor que nos tienen, nos cuesta sentirnos amados, y nos cuesta darnos cuenta de que realmente no somos seres insignificantes. Nos cuesta confiar, creer en el otro y creer en el amor; permitir que nos ayuden, que estén, que escuchen...
Somos nosotros los que, al primer rechazo nos sentimos ínfimos, perdidos en la inmensidad del planeta, y somos nosotros los que después nos creamos ese paredón gigante en frente pintarrajeado con las frases "para qué hablar si a nadie le importa", "los que dicen que te quieren, mienten, porque nunca están". Y después de tanta lucha con los otros, nos damos cuenta, en algún momento de nuestras vidas, que siempre estuvieron al lado nuestro personas que realmente nos querían, y nos escuchaban, y ayudaban. Sólo que no lo podíamos ver, y se nos pasaba de largo el hecho de que quizás ellos estaban pasando por exactamente lo mismo, con sus problemas y sus cuestiones, y nosotros, tan egoístas, de lo insignificantes que nos sentíamos -yo y el mundo- creíamos que estábamos solos.
Todavía me sigo sintiendo "nada" en 'algo' tan grande como el mundo (y ni hablar del universo), porque pasamos por la vida de cientos de personas, y por nuestras vidas pasan otros cientos más; ya sea directa, o indirectamente, y me acostumbré a sentir o a pensar que ¿quién se va a acordar de mí el día en el que no esté? Sentimiento erróneo. Pero está. Y muchas veces es real... Ser nadie para alguien con quien compartiste tanto, suele ser muy normal. Pero creo yo que tenemos que aprender a darnos cuenta de lo importante que podemos ser en la vida de otras personas. A darnos cuenta de que cuando no estemos, por lo menos a alguien le vamos a haber dejado nuestra marca. Nosotros también enseñamos, ayudamos, escuchamos, aconsejamos y nunca sabemos cómo pueden repercutir todas esas cosas en el otro, por eso siempre con respeto. PERO EN FIN, la cuestión era que (jajaja, odio irme de tema) tenía miles de quilombos con miles de personas -amigos- por el hecho de sentirme NADA, de sentirme poco importante, yo y mis problemas-que de seguro eran poco importantes, pero en mi concepto de amistad entra el "hoy por ti, mañana por mi"- Pero crecí, y aprendí un poco a despegarme de la dependencia que le tenía a andar contando mis cosas y que todos me escuchen, quizás lo hice a la fuerza y sintiendo que lo hacía por el hecho de que no iba a importar lo que dijere, pero lo prefiero así. Pase lo que pase yo siempre sé que mis amigos siempre van a estar, para escucharme las que sean, y cuando decido no hablar, me siento bien igual. Aprendí a hacerme un poco amiga de la soledad...O por lo menos ya no es mi enemiga.
Para el mundo voy a morir siendo una minúscula hormiga, pero para quienes me quieren voy a morir siendo amiga, compañera, amante, novia, hija, prima, hermana. Voy a morir siendo alguien, siendo simplemente yo, con lo bueno y con lo malo. Y ese día, ya nada va a importar realmente. Ni siquiera para mí.

25.3.15

Only hate the road when you're missing home;

Lo cierto del asunto es que no me arrepiento de cómo se dieron las cosas. Al fin y al cabo, si nada hubiera pasado, si todo hubiera seguido igual yo no habría crecido, ni habría aprendido.
No le tenía fe al viaje, y resultó ser la mejor experiencia, para que el día en el que volviera pudiera ver las cosas diferentes. Y así fue, volví y vi la realidad, con otros ojos llegué a mi casa, y pise mi barrio, vi a mis amigas y charlé con ellas. Con otros ojos aprendí a vivir, y me siento bien con eso.
Si me hubiera quedado no sé qué habría sido de mí. Amargada por todo, triste, inútil, desesperada por encontrar algo. Es cierto que me escapé un poco de todo, pero QUÉ BUENO!!! Aprendí a valerme por mí misma, a estar bien con la soledad, a disfrutar de los pequeños momentos, a trabajar en equipo y a darme cuenta de cuales son las cosas que realmente importan.
Tenía que irme para darme cuenta realmente de lo mucho que dejaba atrás; y tuve que pasar por varias para darme cuenta de lo valioso que tuve al lado y yo lo desaproveché.
Hoy siento que, bien o mal, soy un poco otra. Hoy sé realmente qué es lo que me hace bien y qué es lo que me hace mal. Quizás todavía no sepa muy bien qué quiera, pero quién lo sabe? Me enfrenté a lo desconocido tantas veces ya... Pero siempre volví al mismo lugar.
Hoy veo un poco más allá.